Resumen
Cuerpos encerrados, censurados y clausurados, carentes de sensibilidad y vitalidad, desnaturalizados. La anti diversidad corporal establecida bajo un sistema binario, hegemónico, occidental, cisgenero, blanco y patriarcal, impone la normalización de la clasificación y jerarquización de las personas. Somos lo que nos dicen que tenemos que creer que somos.
¿Existen acaso, los cuerpos naturales? La mirada hegemónica en nuestra sociedad que es contradictoriamente una perspectiva occidental con aire a Latinoamérica, nos demuestra constantemente la regulación de los cuerpos aceptados en la cotidianidad por parte del Estado, de las Instituciones Religiosas y las Ciencias Biomédicas positivistas. Orden político-moral o en su defecto "natural", que demuestra el porqué de ciertas prácticas discriminatorias, ya que como seres conscientes, mal interpretamos la existencia de lo normal con la normalización culturalizada de nuestras pautas de convivencia sociales e internalizadas.
Nos construimos desde afuera, bajo los parámetros del juicio ante la mirada del otro. Legitimamos la desigualdad a favor de nuestro mérito, de nuestro estatus, somos generadores de lo anormal, justificando constantemente discursos gordofóbicos, homofóbicos, sexistas, entre otros, generando bajadas de líneas desiguales ¿y los DDHH? ¿Quiénes nos defienden de los discursos populares? Somos constantemente sexuados, clasificados, justificados y juzgados. Cuando somos sujetos libres y de derecho, culturales y políticos, y por sobre todo seres simbólicos, es por ello que somos nosotros mismos nuestra propia herramienta para reinventarnos y quebrar esos prototipos de belleza. Como lo hizo y lo sigue haciendo el arte contemporáneo, debemos nutrirnos de ello para poder crear algo que celebre la diversidad.